miércoles, 13 de julio de 2011

Un presidente que hace 40 años yerra el camino.



Mi abuelita siempre decía que el que se levanta con la pata cruzada termina en el cajón haciendo un ñoqui con ambas extremidades. Ahora que me hago vieja voy aprendiendo que aquel dicho describe una brutal realidad: el que nace barrigón es al ñudo que lo fajen.
A mediados- dijo mediados- de la década del sesenta un grupo de muchachos poco afectos al trabajo, impacientes y autoritarios decidieron que la vía rápida era la mejor: Robar para acrecentar hacienda, tirar bombas en lugar de  discutir ideas,  secuestrar y asesinar evadiendo  dar la batalla en el plano de las ideas. No se ocuparon en organizar un nuevo partido político porque no creían en la democracia republicana como sistema de gobierno. Así fue que abrieron la tranquera para que llegaran otros que tampoco creían en la democracia.   
Ahora, 40 años más tarde están en el poder por derecho incuestionable y con mayorías que lo atestiguan. Pese a ser crédula siempre he desconfiado de quien se vuelve democrático rápidamente solo cuando la opinión pública les favorece. Me enseñaron que es imprescindible ser legalista, democrático y republicano, gobierne quien gobierne y no cuando conviene.
Hemos abandonado la senda y cada día vamos perdiendo aquellos valores, normas y preceptos que hicieron de este país un ejemplo de libertad política y ecuanimidad jurídica que hasta el Che Guevara elogió.


Lamentablemente no hay quien reclame inteligentemente lo que en otros tiempos sería de rigor:

Políticos honestos, sabios y con un plan definido y sostenido en el tiempo.


Legisladores preparados y responsables que representen el sentir ciudadano y no mezclen el interés público con el privado. Jueces ecuánimes que no salgan con banderitas a manifestarse ni a favor ni en contra de las causas que tienen en sus carpetas.


Fiscales honorables que se retiren de una causa cuando tienen intereses personales encontrados. 


Profesores que detenten la honestidad y la sapiencia como seña de su importante función y que rechacen convertir sus aulas en comités políticos.


Llevamos varias generaciones formando ciudadanos sin principios y estamos pagando el pecado. Ya no salen a la calle a reclamar libertades porque están anestesiados y dejan hacer a sus políticos sin decir agua va. Cada día es más “normal” ver a jerarcas mezclados en causas particulares que vician de nulidad su acción o a otros que sacan un pie de la función pública y al otro día se presentan como voceros de multinacionales que esquilman al Estado.

En medio de todo este dislate aquellos muchachos que una vez optaron por la violencia y alzaron la bandera de que el fin siempre justifica los medios- aunque yo nunca creí que el fin que proseguían fuese una sociedad más justa-  están al frente de este desgobierno.

Si analizamos siguen siendo los mismos intransigentes de siempre, solo que ahora están más ricos, mucho más soberbios y exaltados. Alguien debe alzar la voz diciendo que el presidente ya ha demostrado con creces que es el mismo que hace 40 años erró el camino. Solo que ahora arrastra al país entero hacia el desastre. ¿Hasta cuándo permitiremos que siga al mando de esta nave que ya es un barco fantasma?

Mercedes Vigil

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