miércoles, 8 de junio de 2011

Los huesos no se curan con pomadas

Dr. CARLOS MAGGI
Leí durante muchas horas, notas publicadas después del empate sobre la ley de Caducidad en la Cámara de Diputados; cuando el proyecto que anulaba la ley de Caducidad no pudo lograr la mayoría necesaria para aprobarse.
No deja de ser extraordinario y trágico que la mayoría de los senadores y 49 diputados hayan votado a favor de una iniciativa que iba contra de la cosa juzgada, la no retroactividad en materia penal, la imposibilidad de anular las leyes; y dos plebiscitos soberanos. Son cinco razones que tiran más que una yunta de bueyes.
Sin embargo, en los comentarios de prensa, lo encarado como raro, fue el voto de un diputado, el señor Semproni, que se negó a desconocer y violar cuatro instituciones de las más venerables de nuestro sistema; instituciones vigentes en la cultura occidental desde hace más de dos mil años.
El panorama se agrava en cuanto a su barbarie, si se toma en cuenta, que la ley frustrada era resistida por todos los intelectuales del derecho que fueron consultados, por la mayoría de los votantes del Frente Amplio y por toda la oposición; digamos, el ochenta por ciento de los ciudadanos. Nunca se vio algo menos demagógico que ese proyecto.
Se intentó llevar por delante la cultura, la Constitución y la opinión pública. Es para preguntarse de dónde salió esa fuerza ciega, capaz de llegar a un extremo tan grave.
La mayoría de los comentarios que pude leer, refieren a cuestiones políticas. Pero no es ese el camino para localizar con toda precisión el lugar del incendio e ir a extinguirlo.
El juego de las fuerzas políticas estaba radicalmente en contra del proyecto. A tal punto que los legisladores del gobierno tuvieron que ser mandatados para que votaran y pese a eso, un senador no votó; otro no concurrió el día de la votación y otro manifestó su discordancia y prefirió no seguir en su banca; sintió que era indigno en una materia de tal importancia, pensar (sentir) una cosa y tener que hacer otra.
El Presidente de la República se manifestó en contra e hizo todo lo posible para evitar el hecho. La resistencia culminó cuando un diputado dejó de votar sabiendo que con esa abstención, la aprobación se hacía imposible.
Pero lo que importa en lo sucedido no es la esgrima política.
Insisto: lo que importa es localizar la fuente de esta manifestación de autoridad, tan bárbara.
Hay un mecanismo procesal vigente, mediante el cual se puede avasallar la opinión de la ciudadanía expresada en los plebiscitos y en las encuestas; y provocar el desasosiego, el cargo de conciencia en los legisladores.
Llegado a este punto observo cómo se desnuda la verdad de la encrucijada, aunque nadie, tampoco yo, conozca el camino para enterrarla.
Los líderes del Frente saben que ahora que fue puesta de manifiesto hasta sus últimas consecuencias, la vida del Plenario es insostenible.
Si esto continuara como está, la coalición de izquierda se quedaría sin gente. Los ultras son pocos y tan pocos como ellos son los comunistas criollos.
Alfredo García, el director de "Voces", el semanario frentista que prefiero, escribe un artículo desgarrador y furibundo donde se lee:
-"No se soporta más esta comedia, donde los aparatchiks de turno se aferran a estatutos y porcentajes para no perder el control de la mayor organización de la izquierda uruguaya; siendo como son, un insignificante cinco por ciento.
Y agrega:
-"Las organizaciones son un medio, no un fin, aunque alguno parece haberlo olvidado. Y si es necesario tendremos que sacudir y en serio, las raíces de nuestro árbol interno".
Otro comentario en esa línea proviene de otro hombre inteligente, el director a la consultora Cifra, Luis E. González:
-"Por un instinto básico de conservación el Frente va a terminar rectificando un poquito la forma de tomar sus decisiones centrales. No es posible que un Plenario construido como ese, obligue a todo el Frente Amplio. Es posible, en cambio, que eso se enmiende, no puede ocurrir mañana porque quedaría directamente asociado a estos acontecimientos. Pero pienso que, o termina ocurriendo, o el Frente va a volver a tropezar con la misma piedra. Seamos realistas ¿quiénes son los promotores más activos de todo esto?
Hay una coincidencia en algunos grupos, francamente minoritarios, y un conjunto de organizaciones sociales que son potentes en su impacto, sobre todo las organizaciones de familiares que tienen motivos muy respetables para estar donde están. Pero esa es la punta de lanza que mueve al elefante.
O mejor dicho, para usar un término uruguayo: es la picana que mueve al buey. El buey es el corpulento Frente Amplio, pero la picana es relativamente pequeña. ¿La picana va a seguir funcionando? No sabemos, faltan tres años".
COMENTO: Lo necesario es sincerar la situación (hasta el fondo; y ya) para que las elecciones nacionales no vuelvan a ser una estafa.
En un partido democrático como el Frente, se tolera y se obedece un mecanismo inadmisible: un órgano llamado "Plenario" es lo contrario de la plenitud; está vacío y se integra con representantes ocasionales de los clubs políticos que no representan a ninguna fuerza que integre el Frente Amplio; ni por asomo, ese centro de decisiones del más alto nivel, respeta las proporciones de los diversos partidos que forman la coalición.
Es más: nadie puede saber quién elige y porqué elige a los integrantes del Plenario. Se trata de una zona fuera de control y fuera de la publicidad necesaria.
Se sabe, eso sí, a ciencia cierta, que entre el Plenario y la representación auténtica del Frente hay un abismo. Todos los frentistas están de acuerdo en confesar que el plenario está dominado por los comunistas, que son el 5% del Frente. (!)
No creo que los comunistas sean malas personas; tengo en mi afecto, amigos que piensan de ese modo. Pero ninguno de esos amigos tiene respeto ni amor por las instituciones republicanas y democráticas; todos ellos integran un partido uruguayo que postula como su propósito principal, tomar el poder por la fuerza y establecer la dictadura.
Es uno de los pocos partidos comunistas del mundo que sigue enteramente apegado a su antigüedad.
Por eso el proyecto de ley para anular la ley de Caducidad, nos resultaba con venido de otro mundo. Sus defensores son en su gran mayoría despreciativos de los valores de la libertad, la igualdad y la fraternidad; las garantías burguesas no les interesan. Y no por eso dejan de ser honrados.
La pregunta siguiente a la salvación que brindó el diputado Semproni, dice: ¿seguirá el plenario siendo la autoridad máxima del país?
Estimado frentista: ¿votaste sabiendo que el plenario manda? ¿Estás dispuesto a seguir obedeciendo las resoluciones de ese grupo confabulado al margen de las elecciones?
Una Constitución republicana no funciona con un gobierno contrario a sus normas.
Nuestro sistema normativo no es compatible con un gobierno cuyo órgano máximo, el Plenario, resuelve atenido a principios contrarios a los principios contenidos en la Carta Magna. Conviene saberlo; se habla de reformar la Constitución. ¡Qué perspectiva!
El País Digital

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