lunes, 9 de abril de 2012

¿Yo señor? ¡No señor!


Ricardo Garzón

Capítulo 1
Con el impresionante currículo de haber propiciado desde larga data y de todas formas el golpe de estado de 1973, los tupamaros, alzados contra las muy debilitadas instituciones democráticas de los años 60, tienen como inmediato antecedente veinte secuestros de ciudadanos y diplomáticos (1968 a 1972),  ciento veinticuatro asaltos, los más bancarios y a casas de cambio; cuarenta y siete asesinatos, y setenta y seis actos terroristas.
Al amparo de lingotes mal habidos, en el peor de los casos, ellos fueron redentores populares para cambiar por las armas lo que no pudieron entonces por el voto. 
Se sucedieron en aquellos años infelices los asaltos a las grandes superficies para volcar sobre la población presuntamente más necesitada los fideos y arroces, colas y yerbas.
¡Por cierto que la plata engrosó las arcas de los delincuentes!
Ninguno de ellos trascendió en la literatura más profana las aventuras de Robin Hood. Fueron pura papeleta, como lo fueron, también, los abuelos que perdieron hijos y nietos, grandes omisos, ellos, no sólo en cuestiones de educación republicana, sino en el más elemental cuidado de los aspectos educativos y de familia. Esencia escolar que legó al país José Pedro Varela, y que fue degenerando con el transcurrir de las décadas, hasta ser parcialmente sustituida por la cultura villera que se abate sobre todo el país, entronizada y sostenida por el gobierno populista. 
Como se lo indiqué alguna vez a las madres de Mayo, si estos abuelos se hubiesen preocupado por sus hijos vivos de la misma manera que hoy lo hacen por sus muertos y desaparecidos, ¡esos, sus hijos, no estarían, tal vez, ni muertos ni desaparecidos!

Capítulo 2.
Parafraseando al Presidente, “como te digo una cosa te digo la otra”. 
De ahí que, en el pretendido ejercicio de la libertad de prensa en toda su extensión imaginable, haya concordado con el pensamiento expuesto de un representante popular, cuando precisa: “que el Uruguay haya llegado a la dictadura tiene muchos responsables. No hay ingenuos entre los actores de su tiempo. Unos y otros tiraron de la cuerda y le complicaron la vida al Uruguay”.
¡Y vaya si se la complicaron! En su manifestación más excelsa, el mismísimo presidente de la república.
También concuerdo en que la irresponsabilidad criminal tupamara de los 60, recibió una respuesta feroz y desmedida de las fuerzas del Estado. El proceso fue fratricida y del peor. Uruguayos contra uruguayos y por la espalda. Las bombas y las penas de muerte de los tupamaros tuvieron como respuesta la prisión más denigrante y la tortura vil en instituciones del Estado. 

Capítulo 3.
El reconocimiento de la responsabilidad del Estado en la violación de los derechos humanos por parte del Presidente de la República, constituyó un episodio más en el proceso que identifica buenos de un lado y malos del otro.
Eso y nada más, con la claque de las tribunas parlamentarias y legisladores afines al rumbo populista que pergeñó el gobierno multicolor de Tabaré Vázquez, acentuado con precisión de cirujano por parte de su sucesor en el cargo que se ha preparado muy bien para separar la paja del trigo. Naturalmente, que la paja la integran los partidos tradicionales y todos aquellos que no comulgan con las ideas marxistas y leninistas que profesa el gobierno de la república.
Sólo así puede explicarse el sostenido aplauso de las tradicionalmente bullangueras barras parlamentarias, ayer en silencio profundo antes y durante, para explotar después, cuando terminó su alocución el presidente de la república.
Capítulo 4.
Como punto de reflexión, colegimos que no hay peor violación a los Derechos del Hombre que una guerra. “En ella, una vez desatada, sólo es imaginable la victoria. Porque si no se logra, todo aquello que se defiende, la Patria primero, corre el riesgo de perderse. Y las acciones en una guerra, juzgadas como si se estuviera en la paz más absoluta, son todas deleznables. Por eso, en una guerra, el Derecho también es Militar”. (Oscar E. Silva)
Quienes hoy nos gobiernan debieron hacerse responsables directos de socavar las instituciones. Fueron quienes iniciaron la guerra; derrotados en el campo de batalla, resultaron triunfantes en la mesa de las negociaciones.
Deberían sentirse responsables, igualmente, todos aquellos que con sus acciones y omisiones alentaron las acciones tupamaras. Ahí hay desde políticos hasta periodistas, pasando por intelectuales y docentes. También religiosos, e incluso militares, desconceptuados de su Honor. Todos ellos  cretinos útiles para la causa marxista internacional que intentaba prevalecer en aquella época, y que entró con pie firme en el siglo XXI.
Ricardo Garzón
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