jueves, 14 de abril de 2011

Desde Suiza

Sobre la actuación de senado uruguayo en el día de ayer."Ojo por ojo y el mundo acabará ciego" Gandhi.

de Ale Marzuca, el miércoles, 13 de abril de 2011 a las 5:51
Cuando me reencontré con esta frase de Gandhi, me provocó pensar en que las estructuras que aportan garantías colectivas se erosionan ante el efecto que sobre ellas ejercen intereses particularistas, y este desgaste también conduce a una forma de ceguera.  Hace algún tiempo, alguien me dijo que en toda discusión es importante separar los argumentos que se quedan en la forma de los que se ubican en el plano de la sustancia. Siguiendo este consejo es que, ante lo ayer sucedido en el senado, al votar el proyecto de ley interpretativo que deja sin efecto los artículos 1°, 3° y 4° de la ley de Caducidad (vigente desde el 22 de diciembre de 1986 y ratificada por dos consultas populares) yo dejo de lado el tema concreto que trata el proyecto de ley (que sería la forma) y me permito realizar tres observaciones sobre la sustancia de los hechos:

1) El sistema democrático no es ni bueno ni malo en esencia, sin embargo el respeto de sus principios fundamentales favorece la expresión de la diversidad de intereses y aporta las garantías para el libre desarrollo de los individuos. Cuando se actúa en el marco de las instituciones democráticas pero sin respetar el conjunto de sus principios, el resultado de estas acciones expone a que todo el sistema sea cuestionado  y por lo tanto habilita una imagen distorsionada de lo que es la democracia.

2) Por consiguiente, una de las mejores formas de dañar el sistema democrático se ancla en la tergiversación de sus principios y su reinterpretación en función de intereses circunstanciales. Las circunstancias de hoy pueden ser muy diferentes de las de mañana, no obstante  lo que es seguro es que podrán ser mejor afrontadas siempre y cuando están enmarcadas en un contexto de coherencia que aporte confianza en las instituciones, los procesos y los individuos que toman las decisiones.

 3) En todos los aspectos de la vida y particularmente cuando se ocupan cargos de gobierno (que implican que sus acciones tienen consecuencias sobre el colectivo) si se presenta un impedimento que condiciona la actuación del individuo de acuerdo a lo que le dicta su conciencia, es deber del individuo (funcionario/gobernante) considerar seriamente si la naturaleza de la restricción está a la altura de la renuncia a los principios, ideas  y convicciones que lo han posicionado en ese lugar como individuo y representante del colectivo.

Por consiguiente, pidámosle a la democracia lo que puede darnos, hagámosla responsable solo de aquello que lo es, de esta forma evitarnos el camino hacia la ceguera colectiva.
 

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