martes, 12 de abril de 2011

Daniel García

Montevideo, 12 de Abril de 2011.


La confusión histórica ha sido una de las armas utilizada por la izquierda para querer demostrar o pretender que se extraigan conclusiones sesgadas y erróneas sobre algunos acontecimientos.
Se ha presentado, gracias también a la miopía de dirigentes de otras colectividades políticas, que la etapa en la cual las FF.AA. intervinieron en la lucha antisubversiva, fue una confrontación entre dos bandos opuestos, las FF.AA. y los tupamaros, el resto de la sociedad aparece como un mero espectador.

En verdad esto no es así, ya que los momentos que se vivían de violencia generada por enfrentamientos de todo tipo, secuestros, bombas, emboscadas y asesinatos, ocupaciones de centros de estudio y una larga lista de barbaridades, obligaban a las autoridades de turno a tomar medidas para intentar mantener el orden.

Pero aparece un fenómeno nuevo que desborda y sobrepasa cualquier accionar de las fuerzas naturales del orden, léase la Policía, ya que el fenómeno que se desarrolla tiene que ver con la guerra irregular, donde un fuerte componente ideológico cambia el eje del problema.
No es una simple banda de delincuentes que cometen asaltos o copamientos, no, estamos hablando de una organización cuyos integrantes provienen de grupos sociales de buen pasar económico, con buena formación, hay profesionales e intelectuales de todas las ramas, con muchos integrantes adoctrinados y preparados militarmente en el exterior.
Tan complejo y nuevo es el asunto, que sus integrantes, en lo que se conoce como la compartimentación, utilizan alías para ocultar su verdadera identidad, a lo que se agrega una organización en las llamadas “células” lo que la hace más difícil de detectar y combatir.

Su objetivo principal, manifestado en libros, escritos y demás comunicaciones, es la toma del poder mediante la lucha armada, clarito para que no queden dudas, esto no lo puede desmentir nadie.
Hay diferencias internas en la propia organización sobre la velocidad, caminos  o algunos métodos, pero sobre el objetivo no hay discrepancias.
Por lo tanto, no es un actor común al que hay que reprimir, ni usa métodos convencionales, hay familias que no saben que alguno de los suyos integran la organización, hay vecinos que desconocen que el que vive al lado tiene una doble vida por la cual en algunos momentos es un clandestino, hay hasta matrimonios que desconocen que el otro está participando de estos hechos, no es novela esto aconteció.

Estos personajes realizan relevamientos y seguimientos de autoridades militares, policiales, políticas y hasta embajadores con la clara intención de secuestrar y asesinar.
Por lo cual, no son simples militantes políticos o ingenuos repartidores de volantes un tanto revoltosos o locos soñadores luchando por un mundo mejor, quien compre esa versión está hablando de una película que en estos pagos no aconteció.
Los estados democráticos disponen de sus propias leyes y salvaguardas de excepción para hacer frente a situaciones que escapan a lo normal, como pueden ser las medidas prontas de seguridad y los estados de guerra interna, cuando la conmoción se hace incontrolable y desquiciante.
Eso justamente fue lo que aquí sucedió, el clamor de la mayoría de la población rogaba por que alguien pusiera orden y frenara los desbordes anárquicos que nos envolvían a todos.

El parlamento elegido luego de las elecciones de 1971, vota por mayoría entonces, el estado de guerra interna por la cual se le asigna a las Fuerzas Conjuntas, unión de esfuerzos de la Policía más las FF.AA., el combate a la subversión.
Combate que difiere los parámetros de la guerra convencional, para la cual estaban preparadas nuestras FF.AA., ya que el enemigo son personas civiles, que tienen su profesión o trabajo, que no usan uniforme que los distinga, que no usan su verdadero nombre, que no conocen quienes son sus verdaderos jefes, que realizan actividades ilegales, esconden gente requerida por la justicia, deambulan por las cloacas de la ciudad o construyen escondites donde guardan armas, explosivos y gente secuestrada.

Así que es un enemigo que acecha en las sombras y camuflado con el quehacer de cualquier ciudadano, con estas características tan particulares  hay que combatir, agregando que su preparación ideológica les hace creer que son defensores y portadores de una mesiánica misión libertadora, lo que aumenta su fanatismo a límites insospechados.
Cuando se empuña un arma se debe saber que uno se expone a morir o por lo menos a salir herido, porque las guerras son así de crueles, yo disparo y puedo matar y viceversa.

Entonces esto no fue una guerra de los militares contra los tupamaros, fue una confrontación en la cual el estado legalmente constituido, utilizó las normas a su alcance para dar respuesta, a una agresión concertada por un grupo que pretendía tomar el poder por medios ilegítimos, para lo cual ese Estado utilizó las armas y los hombres a los que le encomienda esa responsabilidad.

Esa es la verdad y la visión correcta del conflicto, la población como no puede combatir cada uno por si mismo, es representada por quien legalmente tiene la misión de salvaguardar la propia existencia del estado y la nación.
Lo demás son historias coloreadas de un romanticismo desmentido por la violencia y el odio de quienes llevaban a cabo tal empresa, versiones que hoy en día llenan páginas de libros y ocupan el tiempo de algunos que nunca escucharon el ruido de un disparo.

Esto no se desmiente, ya que aquellos que fueron protagonistas de estos acontecimientos no han manifestado arrepentimiento de ninguno de sus actos y es más, siguen reivindicando y festejando algunos, en una clara señal de lo que piensan y creen, es lamentable pero el fuego de su odio sigue en todo su esplendor.

Honor y respeto a quienes sacrificaron su vida sin saber hasta donde íbamos a llegar.


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