EL PAIS | EDITORIAL | 01/06/2012 | Pág. 17
Semillas memorables
LEONARDO GUZMÁN,
A las 24 horas de decir el Presidente que no estaba meditando ni consultando cambios en el gabinete, salida abrupta de Héctor Lescano.
A las 24 horas de la observación de Ernesto Talvi de que dilapidamos la bonanza, surgen riesgos en el horizonte económico, dólar afiebrado en las pizarras.
Anunciada dos años atrás la revitalización del ferrocarril, AFE rebana los modestos destinos que aun atiende, mientras en la otra punta Ancap le da a Pluna un ultimátum de 24 horas para que pague si quiere nafta.
A cinco años de iniciado el Plan Ceibal, la educación, en crisis.
La seguridad, en angustia. La pasta base, tema público. Los hechos generan la sensación de bajas defensas y desajuste sistémico. Más que deconstruida desde el lenguaje, la realidad se nos aparece descoyuntada.
Cada uno de nosotros lleva por dentro una pantalla gigante. Con semejante cuadro, se tupe hasta dejarnos perplejos.
Pero es nuestro deber no quedarnos en la superficie. Debajo de la marejada, hay corrientes conceptuales profundas que apuntan hacia lo alto. Detrás del mito de la sociedad, resurge la persona: es que antes de rebautizarse colectivamente como humanos, los derechos fueron del hombre y del ciudadano. Allí anda Graciela Bianchi enseñando desde el Bauzá a poner orden no desde la policía sino desde el concepto -que también para entenderlo sirve saber y sentir la historia. El nuevo Fiscal de Crimen Organizado de 2º Turno, Juan Gómez, acude derechamente a la Asociación de Magistrados Fiscales del Uruguay a denunciar que su predecesor ha argumentado como contrincante que él es mayor y que estuvo enfermo; y en ese acto, afirma con rotundidad al yo como fuente de derechos al decir "Yo también tengo derechos humanos".
En ese orden, merece júbilo que el Comandante en Jefe del Ejército Pedro Aguerre haya definido en Durazno que "es nuestra meta buscar puntos de razonamiento común para que, sin olvido de nuestros actos, podamos crecer". La búsqueda de razones comunes que se alcen más allá de los errores ajenos y propios y que permitan levantar vuelo desde los hechos consumados, constituye el afán constante del pensamiento, por lo menos desde que hace 25 siglos la enseñó Sócrates. Es la búsqueda de ideas puras que, afirmadas como principios o abrazadas como métodos, iluminan los deberes personales y públicos. Es la búsqueda que ha permitido consagrar precisamente "puntos de razonamiento común" en ese gran pacto de libertad y justicia que es la Constitución de la República. Si todos renovamos ese pacto -las Fuerzas Armadas sin ilusiones mesiánicas y la izquierda sin repetir más su lema avinagrado de que la libertad es un prejuicio burgués- y si todos aprendemos a escuchar razones en vez de explotar odios y prejuicios, ¿qué frontera podrá detenernos como nación?
En estas horas, la Comedia Nacional subió al Solís una admirable versión Levón de La Orestíada de Esquilo. Más allá de la madurez artística del elenco que fue de Xirgu, nos recuerda cuán antiguas son las pasiones, las ambiciones, las venganzas y los dolores morales.
Nos hace ver que la obsesión por los números, las encuestas y los pronósticos sigue necesitando hoy -siglo XXI- completarse con la misma conciencia de agonía y tragedia con que los griegos clamaban a Palas Atenea y se esforzaban por pensar.
Y nos hace sentir cuánta falta hace abandonar la improvisación y repasar los clásicos, para limpiar el barro nuestro de cada día.
A las 24 horas de decir el Presidente que no estaba meditando ni consultando cambios en el gabinete, salida abrupta de Héctor Lescano.
A las 24 horas de la observación de Ernesto Talvi de que dilapidamos la bonanza, surgen riesgos en el horizonte económico, dólar afiebrado en las pizarras.
Anunciada dos años atrás la revitalización del ferrocarril, AFE rebana los modestos destinos que aun atiende, mientras en la otra punta Ancap le da a Pluna un ultimátum de 24 horas para que pague si quiere nafta.
A cinco años de iniciado el Plan Ceibal, la educación, en crisis.
La seguridad, en angustia. La pasta base, tema público. Los hechos generan la sensación de bajas defensas y desajuste sistémico. Más que deconstruida desde el lenguaje, la realidad se nos aparece descoyuntada.
Cada uno de nosotros lleva por dentro una pantalla gigante. Con semejante cuadro, se tupe hasta dejarnos perplejos.
Pero es nuestro deber no quedarnos en la superficie. Debajo de la marejada, hay corrientes conceptuales profundas que apuntan hacia lo alto. Detrás del mito de la sociedad, resurge la persona: es que antes de rebautizarse colectivamente como humanos, los derechos fueron del hombre y del ciudadano. Allí anda Graciela Bianchi enseñando desde el Bauzá a poner orden no desde la policía sino desde el concepto -que también para entenderlo sirve saber y sentir la historia. El nuevo Fiscal de Crimen Organizado de 2º Turno, Juan Gómez, acude derechamente a la Asociación de Magistrados Fiscales del Uruguay a denunciar que su predecesor ha argumentado como contrincante que él es mayor y que estuvo enfermo; y en ese acto, afirma con rotundidad al yo como fuente de derechos al decir "Yo también tengo derechos humanos".
En ese orden, merece júbilo que el Comandante en Jefe del Ejército Pedro Aguerre haya definido en Durazno que "es nuestra meta buscar puntos de razonamiento común para que, sin olvido de nuestros actos, podamos crecer". La búsqueda de razones comunes que se alcen más allá de los errores ajenos y propios y que permitan levantar vuelo desde los hechos consumados, constituye el afán constante del pensamiento, por lo menos desde que hace 25 siglos la enseñó Sócrates. Es la búsqueda de ideas puras que, afirmadas como principios o abrazadas como métodos, iluminan los deberes personales y públicos. Es la búsqueda que ha permitido consagrar precisamente "puntos de razonamiento común" en ese gran pacto de libertad y justicia que es la Constitución de la República. Si todos renovamos ese pacto -las Fuerzas Armadas sin ilusiones mesiánicas y la izquierda sin repetir más su lema avinagrado de que la libertad es un prejuicio burgués- y si todos aprendemos a escuchar razones en vez de explotar odios y prejuicios, ¿qué frontera podrá detenernos como nación?
En estas horas, la Comedia Nacional subió al Solís una admirable versión Levón de La Orestíada de Esquilo. Más allá de la madurez artística del elenco que fue de Xirgu, nos recuerda cuán antiguas son las pasiones, las ambiciones, las venganzas y los dolores morales.
Nos hace ver que la obsesión por los números, las encuestas y los pronósticos sigue necesitando hoy -siglo XXI- completarse con la misma conciencia de agonía y tragedia con que los griegos clamaban a Palas Atenea y se esforzaban por pensar.
Y nos hace sentir cuánta falta hace abandonar la improvisación y repasar los clásicos, para limpiar el barro nuestro de cada día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario